Cada año nuevo a las 00 horas y
también antes de soplar la vela en cada cumpleaños, cierro los ojos y pido el
mismo deseo. Pero me falta concentración o magia, pues, hasta ahora no se ha
cumplido.
Luego de descubrir quien es H en
realidad, y como prueba el selfie con su novia y sus cientos de hashtags
innecesarios predicando amor eterno… no podía dormir.
Finalmente cuando pude conciliar el
sueño, la mañana fue muy amarga, amanecí con el sabor de sus labios en los míos
era cerca de las 11 am y aún quería dormir más. Pero ya no pude porque comenzaron
a aterrizar en mi cabeza los pedazos de recuerdos de esa noche que pasamos
juntos…
Era como si Aún podía saborear el vino
que abrimos y la hierba que fumamos. Ya desde el taxi me preguntaba si
prefería el rose o si mejor una
botella de champagne. La cena había quedado descartada.
Llegamos a su departamento, es un
edifico que tenía poco de estrenarse. De estilo Loft, doble altura, acabados rústicos
y, sobre todo minimalista, como todo lo que se hace últimamente en esta vida.
Entramos como un relámpago al
ascensor, como para no ser descubiertos por nadie. Sentí que H me arrancaba el
brazo, como jugando. Se le veía como un niño con juguete nuevo. H en el fondo,
es eso, un niño. Le gusta hacer bromas tontas para sacarme sonrisas cortas.
Saco dos copas y mientras hacia un
ademán con sus dedos tratando de decidirse, escogió un vino. Mientras giraba el
saca corcho me miraba con cara de concentración, sus manos se ponían aún más
duras. Sirvió el líquido cuidadosamente
mientras caí el chorro en la primera copa, sus ojos se clavaron en los míos y no
se despegaban, supervisando la expresión que tenían. Su mirada tenía fuego con
pinceladas de ternura.
-
“Ven”
Me dijo mientras llevaba consigo las
dos copas hasta el balcón.
-
“Brindo por lo buses y sus boletos, por las amigas que marcan números desconocidos
y por el frió de Lima que permite dar respuestas creativas a mis proposiciones”
-
“Salud”, y brindamos, luego un ataque de risa entre ambos.
Mientras tomamos los primeros sorbos,
mirábamos el paisaje oscuro de la noche, nuestras miradas se perdían en ideas.
Se escuchaba las olas golpeando en la costa, así como mis latidos golpeaban
contra mi pecho y mi camisa, los nervios me trataban como epilepsia.
H se apoyó en el balcón y me contaba
que de niño le gustaba bajar corriendo hasta el mar los domingos. Yo trataba de
escuchar lo que decía, pero mi mente estaba viajando a otro lugar; uno donde H
y yo estaríamos así, como ahora, por mucho tiempo. ¿Me estoy enamorando? Me
pregunte. No puede ser. Es pleno 2014 y en estos tiempos demora días, meses
para llegar a ese momento. Entonces que sucede conmigo… estoy deslumbrado,
hipnotizado por él. Por su magia.
H era mágico. Él es, ese tipo de
cosas, que solo pasa una vez y no vuelven pasar. Es romántico, más que yo. Es
inteligente, culto, y pensé que nadie más gustaba de esas canciones de los 90’s
que solo a mí me gustan.
Estoy construyendo una imagen de él
que quizás no es verdad. La verdad es que no sé NADA de él. Tal vez debería
concentrarme en lo que me está diciendo, pero no puedo, el vino empezaba a sazonar
mi cabeza.
Saque un cigarro y él lo prendió.
Regresamos a la sala, rodeada de cuadros, abstractos y fotografías de los años
60’s, y muchos libros. Tiene buen gusto.
-
“Donde compraste ese cuadro”, le pregunte.
Pero no me escucho, y siguió
sirviendo más vino a la copa, la segunda botella. Eran casi la media noche,
pero nosotros habíamos perdido toda noción de tiempo y espacio. Y digo espacio,
porque poco a poco se acerca a mi lado del sofá.
Pusimos música, esa que nadie más
conoce solo nosotros. Y empezamos a cantar los coros, no tiene la mejor de las
voces, pero no importa, soy su fan.
Ya estábamos con menos grados de
consciencia, y muchos más de alcohol.
-
“Baila” me insistió.
-
No
-
“sube”, me dijo. Señalándome la mesa de centro que decora el espacio. Él
subió antes que yo y bailo un poco algo parecido a pulp fiction pero 100 veces más sexy. Me extendió la mano para
subir y con el control remoto alzo el volumen al radio. Juntos gritábamos cada
letra de la canción. Saltando como dos niños que no creen en el mañana, como si
no existiera nada. Hasta que se calló, porque se cayó.
Y una vez en el piso empezó a reírse
como demente, y yo corrí a revisar que no se hubiera lastimado, y lo único que
logre es que me jalara hasta el piso con él y empezamos a cantar las ultimas
letras de la canción que ya estaba terminando, y mientras la música se hacía más
silenciosa, sus ojos me hablaban en voz alta, más alta que nunca.
Las palabras sobraban, más que nunca.
Nuestros
ojos empezaron a conversar, a decirse esas cosas que no pueden decir con
palabras ordinarias. Mi respiración se
podía oír, estaba agitada y ansiosa, hubo silencio, pero podía escuchar su
corazón latir.
- -“Ese día en el
bus te olvidaste de algo.” Empezó a decir.
- -“¿Qué?”
- -“Mi
nombre, no me preguntaste mi nombre. Esperaba que lo hicieras.”
Cuando hablamos por mensajes, me dijo su nombre para
guardarlo. Pero esa noche, era la primera vez que escuchaba su nombre, con su
voz que se tornaba más sexy. Helmut.
- -“Como
el fotógrafo”, le respondí.
Y mientras sus manos caminaban sobre mi cintura, mis ojos empezaron
a cerrarse, y lo último que vi mientras lo hacían, era su boca acercándose.
Sobre la alfombra mientras las copas vacías sobraban en la
mesa, también sobraban las propuestas. No había nada que hacer, yo estaba en
sus manos. Y no quería estar en otro lugar.
Me ayudo a levantarme y de la mano me llevo hasta la otra
habitación. Frente a su cama nos quedamos un buen rato besándonos. Luego se
detuvo y me miro, no dijo nada. Pero sus ojos buscan la aprobación de los míos,
y cuando la obtuvo me recostó en cámara lenta, mientras las sabanas se abrían
paso antes los cuerpos aun vestidos.
Poco a poco el romanticismo iba mutando en pasión. Mis
zapatos fueron los primeros en caer, seguidos de su camisa, que se abrió en
nano segundos. De repente mis ojos quedaron ciegos por el brillo de las
estrellas en su cuerpo, aun entraba algo de luz por la ventana, y podía distinguirlas,
y comencé a contarlas. Mientras sus manos se encargaban de los botones de mi
pantalón, el sonido del cierre al abrirse, lubricaba mi mente.
Tenía más tatuajes de los que pensé, en su mayoría estrellas.
Una se distinguía en su hombro derecho, mientras que el izquierdo era el que ya
había visto en su foto de whatsapp, en forma de una sinfonía de notas musicales
que terminaban en el tríceps del brazo derecho. Ahí habitaban dos estrellas más.
Mis ojos seguían contando mientras H besaba mi cuello. Otra estrella más cerca al
ombligo y una en el tobillo, eran interminables.
Dos en la espalda a cada extremo del trapecio y una en su muñeca
derecha. Sus labios le dieron un descanso a los míos, y empezaron a buscar
nuevos lugares que besar. Se deslizaban por mi cuello hasta mis pezones. Me estremecía
cada sonido de sus labios sobre mi cuerpo. Lento llego hasta mi espalda y bajo
hasta que termino de recorrerla. Ahí descubrí una estrella más en la nuca.
Mis manos lo detuvieron y apresaron las suyas, y esta vez mi
boca recorrió desde sus abdominales hasta las zonas aun cubiertas. Deslice mis
manos hasta sus caderas y arranque la envoltura para encontrar la cosa más
dulce. Al lado de su entrepierna había otra estrella tatuada.
Mi boca marcó su territorio y no me detuve hasta ver que sus ojos
se cerraban de la excitación. Luego de varios minutos, se reincorporo y volvió
a apoderarse de mi cuerpo, velozmente y de un solo movimiento. Y deje que sometiera
cada centímetro de mí y cuando lo sentí en lo más profundo de mi, era el único lugar
donde quería estar.
La noche parecía inacabable. Al final me abrazo como si fuera
a irme, como un niño que se aferra a su globo de helio para que no se vaya
volando. Me sentí especial.
Quizás no todos eran tatuajes y solo el efecto de estar con él
me hizo ver estrellas. Una vía láctea que terminé de conocer en su último
gemido. Me hizo ver las estrellas y sus estrellas toda la noche.
#Gercar lo dijo