¿Qué es mejor que un diamante? Un collar lleno de ellos. Por eso mi tarjeta pierde el control cuando de compras precipitadas se trata. Pero definitivamente no me gusta las joyas, ninguna en especial. Si necesitara algo frio, prefiero pararme en medio de la lluvia cuyo efecto es una ducha multiplicada por quince mil. Lo que me vuelve loco es tener el bolsillo lleno de caritas presidenciales estampadas en papeles que huelen a avaricia. Lo que me llena la cabeza de rock, es la mínima idea de tener dinero y no saber en qué gastarlo. Y por ende busco formas de hacerlo.
Es imposible detenerte a pensar en que sería mejor depositarlo en un banco, o adoptar un puerquito rosa con un orificio por el cual depositas moneda tras moneda y mientras caen sientes que se te caen las gotas del sudor frio, al querer no ahorrarlo, y salir casi huyendo como si fueras el ladrón de tu propia riqueza. El deseo de vaciar la billetera por el simple hecho de que hay un superávit de efectivo, es una de las tantas manifestaciones de nuestra naturaleza humana.
Y si es de noche, ¡olvídate! eres víctima del insomnio. Dejas que tu mente caiga en un coma de ilusiones, donde te ves montado en un porsche amarillo con la flaca de tus fantasías más asfixiantes. O quizás la parte trasera de una limo rodeado de party animals, y champagne, todo un cliché. Las ovejas dejan de saltar, y te quedes dentro de esa nube que se revienta al día siguiente por la mañana. Y que es lo que haces?
Asegurarte que el dinero sigue aun ahí. Check. Luego te apresuras a ponerte debajo del agua tibia y pedirle ayuda al jabón para que tu día empiece bien. Acto seguido, las tostadas y mermelada te esperan para un momento matutino. Y después sin darte cuenta estas frente a la puerta de espaldas, mirando hacia donde apunta tu nariz. Primera parada la 5th avenue versión sudamericana (cada país debe tener la suya). Vidrios, maniquís, cajas, bolsas llenas de logos llamativos. Brillos por aquí, pieles por allá. Juguetes que te encantan como a un niño un caramelo.
Del otro lado de la vitrina es otro mundo. Donde todo vale la pena, pero nada es real. Se te caen las lagrimas al ver algo tan único, pero innecesario. Es un universo paralelo, las cosas existen porque existen, pero ninguna de ellas podrá llenar ese vacío. Todo tiene un precio, y cuando se trata de vanidades, las apuestas suben hasta los techos. Estamos dispuestos a malgastar nuestras bien sudadas horas de trabajo para nada divertido, en tan solo una prenda o un accesorio. Unos zapatos de Salvatore Ferragamo, un carbón bien pulido y procesado de Tiffany & Co y derrepente algún paño menor en Calvin Klein. Un paycheck por prenda.
Me pregunto si aun Africa muere de hambre? Nos damos el lujo de despilfarrar nuestra gota gorda por la que tanto esperamos cada fin de mes. Mientras justo al otro lado del mundo, muchas bocas esperan que el pan camine hacia sus dientes y en desesperación hieren la roca a ver si brota agua. Y si nos movemos más al oriente, más y mas allá hasta la tierra del sol naciente, caeremos en verdad pues no hace falta leer periódicos, ni que te lo cuenten. “Japón es un niño in quieto que cuando hace sus berrinches en la cuna, mueve todo y a todos.” Y una vez esta siendo víctima de la tragedia masiva. La irradiación a dejado miseria y poca esperanza. Y tú! mientras tanto pagas 4 dólares por un café que sabe poco mejor del hecho en casa compras un bolso de 500 dolares cuando en Chinatown cuesta 20 y sigues dejando a leopardos y cocodrilos sin piel , por un pitillo en animal print y un maxi cinturón.
Nadie experimenta en cabeza ajena. Nos dejamos llevar por el placer del milisegundo. Sabemos lo que la tierra está experimentando en los últimos meses, parece una cosa de locos. Pero siempre terminamos arrojando un centavo al limosnero y seguimos caminando. Siempre la pensamos, pero nunca actuamos. Nos sentimos. Pero el efecto es el de una estrella fugaz. Los viejos hábitos mueren difícilmente, y algo que tal vez nunca muere es nuestra indiferencia. Muchos hacemos caso omiso, otros reflexionamos y dejamos de pedir y empezamos a dar. Lo fácil termina ganando nuestra mejor salida. Por eso demoramos en crecer, porque buscamos lo menos difícil. Y en este caso lo fácil es escuchar, sentir pena y seguir con tu vida. No soy un filántropo, pero tampoco soy el diablo vestido de cordero.
No soy honesto, ni mil porciento consciente. Una de mis creencias e ideologías es el gasto inesperado y sin pensar. Mi hedonismo me lleva por las rutas de la dolce vitta, y si me siento mal cuando me acuerdo del mundo real se me pasa con el brillo en mis ojos al ver un maniquí con el último grito de la moda. Mi torpeza sale a la luz cuando traficó con mi buen gusto y ambos somos un dúo imparable, luchamos contra el ahorro hasta derrotarlo. No digo que me hagan caso y que dejen de usar lo que usan o comprar lo que compran. Gastar lo que gastan. Pero cuando estén frente al aparador a punto de deslizar la de crédito, piénsala dos veces, pues en la siguiente parada encontraran algo que realmente los deje sin aliento. Y por apresurarnos, terminamos inconformes. Un consejo hasta de un perplejo.
#G
Anoche, Gercar lo dijo
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