Anoche aún. Más de las doce. El
amor, dicen, se hace mejor a oscuras. La única luz que había era parpadeante y provenía
de mi celular, la llamada entrante era la octava y tenía dos mensajes de voz. Cuando volvió a sonar por novena vez estaba a
punto de contestar hasta que su mano me lo arrebato del brazo y lo lanzo al
aire. Todos mis miedos estaban en ese celular y “mi abrazo” se encargó de deshacerse de ellos.
Estaba oscuro pero su silueta se
vislumbraba con la luz que rebotaba en el espejo, no tenía tatuajes pero mi
cuerpo se dibujaba en sombra sobre su piel.
Tenía el cuerpo pequeño, su
cabello azabache estaba más oscuro que nunca y esta vez sí dejo que yo le hiciera
lo que quiera, se lo puse en la cara sobre los ojos y no se enojó, yo era su
dueño y viceversa. Su pantalón cayo
lentamente sobre el piso frio.
Quedo en interiores y quede gratamente
deslumbrado por su belleza, no era perfecto pero era muy cercano al 9.9. Músculos
definidos, piernas duras, brazos como de Popeye en versión mini y el trasero perfectamente en su lugar. Su espalda
parecía sacada de una pintura de Luca Giordano
o esculpida por Miguel Ángel y enviada en máquina del tiempo hasta el
siglo XXI. Quizás los dioses griegos no eran mitología después de todo.
De pies a cabezas era más de lo
que había imaginado y comenzó a besar lo que jamás había besado. No tuve tiempo
de babear ni de quedarme admirando. Solo me lance encima. Una película porno de
bajo presupuesto quizás podía dar una definición a lo que pasaba, pero de mucha
calidad.
Podría hablar de su cuerpo todo el
día por lo delicioso que era, pensé que nada podía ser mejor hasta que se sacó
la ropa interior… Lo que vi me dejo prueba de que el paraíso si existe y tiene
una forma muy bonita… nuevamente lo bese como nunca había besado otro. Hermoso todo
era hermoso. Bese lugares que no había besado. Y no me canse de besarle, mis
ojos se ponían blanco dejando mi piel derretirse en sus dedos.
Definitivamente se transformó
frente a mis ojos. La persona callada y
delicada que conocí hace un par de semanas ahora era un león devorando su presa. Ni Kafka
pudo crearlo y describirlo mejor que yo.
“El cielo se partió en Berlín, el tiro más preciso de mi vida fue escogerte
a ti. Mirando las hojas caer… Los girasoles de papel, miran hacia otro lado en
el pequeño cuarto donde ayer
Hicimos el amor, le dan la espalda al sol…”
Hicimos el amor, le dan la espalda al sol…”
Entró, y hubo dolor. Pero el
placer era mi mejor anestesia. Deje que mi cuerpo fuera suyo y comenzó suave como una granjera haciendo mantequilla.
Cuando vio mi rostro de aprobación empezó a encender la flama y me pinto los
ojos chispas de colores magenta y cian. La nave espacial en la que se convirtió
se movía a la velocidad de luz azotando
mis planetas, estrellándose en mis galaxias mientras besaba todas las estrellas
de mi pecho en forma de lunares. Haciendo
del sonido de sus miembros golpeando los míos una sinfonía. Corrigiendo las posturas
en mi anatomía, domando mis fieras con su ejército de piel y artillería.
Su lengua se enterraba en mi
garganta y cuando se levantaba a cambiar la dirección del placer era como si yo
fuera una pluma y me cargaba en cuestión de dos ademanes. Yo flotaba en la
cama. Me trataba como la masa. Dócil, que se amolda en sus manos y le da la
forma de quiere.
Cuando quise terminar, no me dejo
inmediatamente. Cuando le dije que lo haría de todas formas. No me creía. ¿Por
qué no me creía? Quizás porque jamás me vio que yo me tocara… ¿Cómo podría terminar
si ni quiera se toca? Pensó. Pues bien a
veces uno mira cosas que jamás olvidara.
Subí y baje. Cada centímetro era
valioso. Finalmente frente a sus ojos incrédulos toda la fuente de placer
dentro de mí salió. Diciembre tenía que ser, u misil navideño que cuando le
prendes fuego suelta chispas, sale disparado y explota en el cielo.
Sin palabras quedo. “me encanto”
dijo. Me beso con ternura y yo también. Mi abrazo fue prologando y delicioso.
Comimos lo que compramos en
Mcdonalds y luego de un par de palabras raras que dijimos, se quedó dormido un
par de minutos. Minutos los cuales yo aproveche en escribir estas líneas antes
de que se me olviden. Aunque dudo que esta noche se me olvide.
Luego le desperté para vestirnos,
sin antes besarle con cariño un cariño diferente que le tengo. Su silueta se dibujaba en las paredes con sombras
que aperecian por la luz de la noche que entraba por el cuarto del hotel, la única
luz que había en ese lugar. Mientras se vestía su sombra se veía igual de
hermosa. Sin duda el mejor regalo de cumpleaños.
#G
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