lunes, 28 de septiembre de 2015

EL CHICO DEL BUS #Capítulo1: MIRADAS QUE HABLAN



Todas las tardes, tomaba el bus en el mismo paradero que yo. Coincidencia que parecía escrita o esperada; quizás provocada, porque toda mi existencia sentía atracción solo con ver ese asiento del fondo que siempre ocupa. Ya sé que después de pagar su boleto, saca el libro de 500 páginas. Y sus ojos se abren aún más, cuando lanza su mirada que parece la primera bala de un pelotón de ejecución. Con buena puntería.

El semáforo estaba en rojo y las puertas se abrieron. Bajaban y subían, tacos y  maletines. Ternos y zapatos que dejaban ver los calcetines. Cerca de las 6 p.m., después de las jornadas. Los viajes suelen durar mucho más por el tráfico. Mientras unos leían, otros dormían. Pero mi pasatiempo favorito era mirarle.

Hoy volvió a subir al bus. Subió antes que yo. Cuando pase por su costado, sentía esas hormigas que caminan por tu piel, cuando algo te pone muy nervioso. No es la primera vez.

No les ha pasado que miras a alguien que no conoces porque crees que te está mirando, y ese jueguito de miradas, siempre nos tiene en suspenso, tratando de adivinar que está pensando la otra persona. Tratamos de descifrar el interés detrás del acecho. Insistimos en mirar pero ¿Que tan lejos llegamos?
Si a ti te ha pasado lo mismo, ¿Has hecho algo para saber qué pasaría si te atrevieras a hacer algo más que mirar? ¿Hablarle?

Sabemos que las posibilidades de que termines en una comedia romántica, a lo cámara secreta, son pocas. Para mí es como un deporte crearme historias en la cabeza. Involuntario por supuesto.

Empecé de reojo a ver que hacía y lo encontraba mirándome. No es la primera vez que lo hace, y no es la primera vez que empezamos esta batalla de miradas. El primer round sirve para reconocer e identificar que ya somos contrincantes de siempre que el día de hoy empezaremos una nueva lucha en el ring (en el bus), Gana, aquel que, logra bajar la mirada del otro, por intimidación o por lo que sea.

Le mire detenidamente, hasta que se dio cuenta y me devolvió la mirada. Me puse rojo como un tomate, y baje la mirada, Segundo round a su favor. A la tercera, se quedó mirando a pesar que lo miraba, ninguno bajaba la mirada. Entonces llega ese momento incomodo en que sabes que debes mirar hacia otro lado, pero quieres llegar más lejos…

Estaba cerca, mi mirada no era tan depredadora como la suya.  Su cabello era lacio, esos que se lleva el viento de la ventana abierta, parecían una fantasía en cámara lenta. Su piel blanca, sin necesidad de tocarle, supe que era suave y sedosa. Sus labios necesitan otra historia para hablar de ellos. Son rosados y acolchados, con calidad  y necesidad de ser mordidos. Cuanta inocencia.  

¡Donde hay un traductor, que diga que quieren decir esos ojos! Ya que me diga de una vez que quiere al mirarme así. Necesito un app que escanee sus pupilas y me digan en mensajes de texto sus intenciones. Porque conozco esas miradas, ya me encontrado un par de esas en discotecas y bares. Todas terminan haciendo exactamente lo que pensamos, todas terminan bajo sabanas.

Debería ir y sentarme a su costado y terminar con este misterio de una vez. ¿Cuántos años tendrá? ¿19 o 20? Esa cara de inocente tiene mirada de fuego, ese que arde en los infiernos de la cremallera. No le diría hola, ni le preguntaría la hora, ni que libro está leyendo. Trataría de oler cada pedazo de piel sobre su cara. Si me siento a su costado ahora, no sería para conversar. Tengo que actuar (debo estar perdiendo en control de mis impulsos). Iré al fondo del bus, y me sentare en el asiento vacío de al lado.


Continuara…

Gercar lo dijo 

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