Hoy ha sido el día más
frío; aún más frío que la mañana siguiente a aquella noche, debería empezar a acostumbrarme, pero la negación hace que revise dos o tres veces el calendario, no está
equivocado, han pasado 6 días. Cada 5 minutos reviso mi celular, no hay
mensajes de texto, de voz, ni llamadas pérdidas, no está, no aparece,
desapareció como un conejo en el sombrero de un mago. Como si todo hubiera sido
parte de un buen truco de magia. Cuando lo pensaba así, sentí que solo hace frío en mi cuerpo, y lo que corría por mis mejillas no era la lluvia.
Lo veo y no lo
creo. ¿Por qué me cuesta creerlo? Acaso he permitido que esto me afecte como un
misil disparado directo a la sien haciendo volar mis sesos, pensado y pensando;
y terminando en la misma interrogante ¿Por qué?
Supongo que siempre
supe la respuesta, siempre supe que llegaría este momento, en que me
preguntaría porque H ya no me escribe. ¡Diablos lo sabía! Desde el inicio.
Desde el primer bus hasta el número telefónico anotado en un boleto. Todos esas
señales, todos esos caminos no llevaban a Roma, solo a su cama.
H solo quería lo que
dura una noche. Una anécdota más para sus conversaciones, y yo sabiendo este
juego de memoria… Siento que he perdido, que me hubiera gustado ser yo quien
desaparezca y no él. Supongo que estaba jugando con fuego.
Esta fábula tiene una
moraleja aburrida, creo que amerita una lección diferente. Mis amigos tenían
razón, rompí todas las reglas e hice exactamente todo lo contrario a lo que
advirtieron. Solo fui el postre que se comen después de la cena, y finalmente
soy ese sentimiento de culpa como cuando estas a dieta y tienes la necesidad de
ir al gimnasio a quemar las calorías que acabas de consumir. Deshacerte de la
grasa…
¿Habrá una explicación?
Una vez más, creí distinguir al buen chico del patán hijo de puta que solo deja
otra cabeza hueca con ideas fantasiosas, el corazón roto y mi ropa interior
como su trofeo en el fondo de su walk-in closet.
Pero, así es la vida,
está llena de buses, no dejes que te atropellen con una mirada misteriosa y encantadora
como la de él, la de H. Me deje ver la cara, y algo más… Jugo con mis emociones
y mis piernas en diferentes posiciones. El vino sirvió para aderezarme y un “Me
gustas” solo como pimienta al gusto.
Luego de unos días, el
camino a casa después del trabajo volvió a ser el mismo. Una rutina necesaria, pasajera
y ordinaria. Solo subían personas de siempre, sin un misterio detrás de sus
miradas. Los chicos eran los mismos de siempre, no había nada como el original.
Un día por la mañana me
desperté más temprano que de costumbre. Y son a esas horas que me encuentro con
A (el otro chico del bus) el chico de la secundaria. La última vez que
lo encontré en el bus, no me atreví a saludarlo, esta vez no tendría dudas en
hacerlo, me senté a su costado sin antes fingir un gesto de sorpresa,
"Hola! como
estas"
Él respondió el saludo
con esa sonrisa que parece no envejecer. Su lunar era inconfundible y
perfectamente colocado bajo el ojo izquierdo. Sus cabellos encrespados parecen
más incandescentes cuando están a luz del sol que entra por el vidrio y su
sonrisa es como esas que derriten la mantequilla congelada al calor de la
lumbre.
Nos dimos un apretón de
manos y me senté a su costado. Un breve periodo de silencio incómodo invadió
nuestro alrededor. Somos prácticamente dos extraños, solo hablamos un par de
palabras en la secundaria hace ya 10 años. Creo que solo hemos hablado
tres veces en la vida, y siempre oraciones cortas que no completan un párrafo.
Estos días mi humor esta
con altibajos, no tengo ganas de salir ni hablar con nadie, pero A me inspiraba
conversación. Luego de algunos minutos y varias cuadras con paraderos entre
risas nostálgicas, me pregunto
"Disculpa ¿Cómo te
llamabas?”
Y al hacerme esta
pregunta se notaba el sentimiento de culpa en su pregunta, pero no tendría por
qué recordar mi nombre, y en realidad yo tampoco el suyo (si él supiera que en
esos tiempos, solo escuchar su nombre provocaba en mí unos cuantos suspiros)
Le dije mi nombre
rápidamente y sin importancia, para frenar sus nervios y su incomodidad. Para
equilibrar la cosa le pregunte lo mismo…
“Y tú te llamas?...”
Me respondió casi al
instante, luego nos miramos y él agregó:
"Estamos a
mano"
Y se desataron unas
cuantas risas.
Conversamos del colegio,
de los profesores, de la gente que probablemente ambos conocíamos de sus
tiempos en la escolta y mis días en la banda.
Y cuando me di cuenta me
había pasado la parada cerca de mi trabajo, él todavía tenía para rato en el
bus, yo me despedí casi sin gracia.
A veces tengo la mala
costumbre de pensar o creer que mi lenguaje corporal expresa mucho mis
emociones, y no quiero que piense nada raro de mí.
Baje tan deprisa del bus
que no pude darle mi número cuando me lo pidió, como una mera formalidad. Ahora
cuando ves a alguien después de años, intercambias números, es casi como un
protocolo.
La mañana pasó lenta, mi
amiga Mía, quería levantar mis ánimos, me dijo que tenía una propuesta para mí, así que almorzamos juntos en el restaurante de pastas a la espalda del
estacionamiento.
“Quiero enseñarte algo”,
me dijo apenas me vio entrar al café.
Cuanto misterio, le insinué.
Empezó a contarme sobre una amiga que solía trabajar con ella el año pasado, y
que de la noche a la mañana, renuncio a un buen puesto y buen sueldo, para
dedicarse a lo que siempre quiso, abrir su propia marca de ropa.
Mia me contaba
entusiasmada que su negocio iba bien, la ropa es super moderna y de moda. Y que
no hace muchos se la encontró y le comentaba que necesitaba una modelo y un fotógrafo
para su publicidad. Mia nunca había sido
modelo pero no era la primera vez que se lo proponían. Cuando su amiga se lo
propuso, acepto encantada, solo faltaba el fotógrafo.
Mia se quedó callada un
rato y me quedo mirando fijamente. Yo la miraba con cara de preocupación, hasta
que ella me contó que me propuso a mí como fotógrafo. Hace mucho tiempo que no
hago fotos pero siempre estoy dispuesto cuando se trata de algo que despierte
mi interés.
Según Mia, la sesión era
para el próximo sábado. Romina, era la dueña de esta marca, sus fotos eran muy
bonitas, a pesar de que abusaba mucho de los filtros. Mia estaba emocionada,
nunca le habían propuesta ser modelo de un catálogo, estaba como loca buscando
un look que ya había visto en el instagram de Romina.
Necesitaba esto, una distracción.
Qué bueno que Mia me consiguió este trabajo. Asi me olvido de huevadas. Dice el
dicho que “lo que es tuyo aunque te lo quiten”, pero no sé qué refrán podría clasificar
el momento en que revisando las fotos de esta chica, encontramos una en que Mía
detuvo su dedo y permanecimos quietos contemplando desde todos los ángulos para
no equivocarnos. Mía lo había visto por las fotos que lo mostré, así que pudo reconocerlo
tan rápido como yo.
Por su camisa se asomaba
unos 2 cm de tatuaje, la barba era la misma, estaban de la mano, ella dándole
un beso casi cerca de la boca y el estirando el brazo para tomar el selfie, su
mirada a la cámara, sus ojos me dieron la certeza, y escuche dentro de mí el
sonido que hace un espejo al romperse así suena la desilusión, se sintió como
un hechizo que acabó como un despertador que suena incasable para interrumpir y
despertar de un sueño…
Eran H y su novia.
Gercar lo dijo