Año nuevo, vida nueva; días que huelen a pintura fresca, horas que aun no se han usado y meses que pasaran inadvertidos mientras la rutina nos va carcomiendo hasta chupar nuestros huesos. Dicen que hay que cuidarse de las aguas mansas, pero cuando son bien pavas, obvio no ves la verdad de la milanesa. Eso si es bajon hasta lo más profundo, pues una vez abajo es duro mirar hacia arriba, ver la gloria de un falso campeón. Buenos días Lima, una vez desde aquí, dispuesto a respirar el aire norteño, porque el sur esta muy lejos.
Empecé la carrera, despidiendo la última noche, no comí uvas ni pedí deseos, recuerdo que solo grite dentro de un antro lleno de gritos, donde el mío no era ni el más importante ni el más ensordecedor, también me embriagué de desinterés, lo único que se me apetecía era coger una gigantesca caña de pesca con el anzuelo mas enorme para traer a mis camaradas a nadar en mi pecera. Supongo que me conformare con la compañía de la statue of liberty a mi costado usando su bahía como el rincón donde lloro las penas.
Luego de deambular las siguientes horas alboradas del día lozano y nuevo que se desenvolvía del calendario mientras yo respiraba, me alejaba del continente aunque mi masa corporal seguía deambulando por la fría y despiadada Manhattan. Empecé a escalar edificios con la mirada extraviada, y esquivaba la nieve de mis suelas, el Empire State Building lo veía todo desde arriba, contaminé mis pulmones por unos segundos con el cigarro que temblequeaba entre mis dedos.
Y es que en una ciudad que nunca duerme, siempre hay que estar alerta, nunca sabes cuál es el subway correcto, me daba por perdido mis primeras horas en la gran manzana, pero de intrépido le di una mordida y ahora la saboreo sin miedo a intoxicarme. Rodeado de luces cegadoras que enamoraban mis pupilas, las cuales solo deseaban ver sol africano quemando el cielo peruano. Me imagina a toda la sarta de obreros haciendo arte años atrás en la isla más codiciada del mundo y que ahora vemos en rascacielos que no vacilan en desafiar el vértigo una vez arriba. La moda es el telón de fondo en la capital del mundo, las marcas están estampadas en todos lados, imposible no estar a vanguardia.
El cielo oscuro del primer día de enero, dejaba ver las estrellas, en el central park mi reflejo en el hielo parecía el de un ángel, pero el frio era demoniaco. El Plaza me desafiaba con su arquitectura, las tiendas en la quinta avenida en horas transitables, forzaba a mis tarjetas a deslizarse en las cajas registradoras y mis manos estaban hambrientas de cargar docenas de bolsas con accesorios para mi armario. De valiente ensamblaría todos los puentes, desde Brooklyn hasta George Washington bridge y aun así no sería suficiente para llegar a costa limeña. Pero si es una terapia la que necesito para remediar mi descontento pasajero, tendría que consumir más dosis para sacarme del mal hábito.
No obstante, en el Upper East Side, ocurren eventos ricos en proteínas sociales, donde pasear una mañana cualquiera con un doble late extra cremoso, puede resultar una experiencia inmejorable, obvio con la compañía perfecta. Pero dentro de todo este frasco cabe resaltar las dosis de entusiasmo que me causa estar en este lado del globo terrestre, estoy pasando la última noche del año en la ciudad que atrae a todos los ojos del mundo, donde se vive y respira glamour. Donde la dolce vita cobra vida en el momento que haces un gesto de vanidad y soberbia, que te llena el pecho de orgullo, como si fuera dueño de la membrecía mas cara del universo. Así que si alguna vez me sentí perdido, lo reconozco, pero es solo un break, yo me enamoro de cada esquina, y quiero seguir perdido en la jungla de concreto hasta que las palomas devuelvan las migajas que deje en el camino de vuelta a casa.
#G
Anoche, Gercar lo dijo
Fotografía: Gercar PhotograG https://www.facebook.com/gercarphotograg?ref=hl
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