A primera vista, todos creen que pensar a
diario en esa persona es suficiente para decir “estoy enamorado”. No es verdad,
obvio. Pero que sucede cuando tienes 12 años, estas en el colegio y vives en un
mundo que no está listo para ti…
Los adultos a veces creen que los
niños son estúpidos y que pueden engañarlos con cualquier juego de palabras.
Ellos solo piensan en lo que creen que es mejor para ellos, y jamás se han
detenido a pensar que es lo queríamos realmente. Nos programan el microchip
para ser "buenos, exitosos y muy ricos" y nos preguntaban ¿Qué
quieres ser de grande? En vez de decirnos: “Sea lo que seas te querremos igual”
Y nosotros de
niños podemos quererlo todo hasta lo imposible. Queremos cambiar el mundo y es
mágico sentir eso. Pero lamentablemente crecemos y llegamos a la adolescencia. Todas
las expectativas de que todo sería bonito y color de rosa van tornándose negras
y ácidas.
A esa edad
empezamos a girar la llave para abrir la cajita de pandora y poco a poco nos
transformamos en todo lo que odiábamos de niños.
Pero también
suceden cosas muy tiernas, inocentes y tontitas. He olvidado muchas primeras
veces pero jamás podré olvidar mi primer crush. La primera gota de baba
chorreante que rebaso mi boca deslizándose por mi labio inferior mojando mi
corbata y camisa escolar.
Eran inicios de
la secundaria primero de media y el 2001 comenzaba con pantalones acampanados
sacados de "fiebre de sábado por la noche", shakira se volvió rubia y
cantó en inglés, sonaba en las radios Britney Spears, Aguilera, una Madonna aun
dando que hablar y harta boys band.
Estarán de
acuerdo conmigo, que a esa edad siempre volvemos una religión ese sentimiento
inmaduro y precoz que sentimos por nuestro primer amor. Todos tienen deseos de
hablar de esa persona que ocupa por el momento el 95% de tus neuronas.
Mis oídos de esa
edad no son los mismos de ahora, pero inmerso en el recuerdo su voz viene a mí
en formato mp3, muy melodiosa, medio ronca pero armoniosa, digna de un grammy y
doble disco de platino.
El colegio (#Aww
#Ajj) , dicen que nunca olvidaras esa época maravillosa (#YoSi). En mi caso
tengo amnesia selectiva. No me agradaba mucho, pero la rosa en medio de tantas
espinas y hierba mala, se llamaba Carlos. Chico de la banda, tocando el
tamborcillo, haciendo bailar las baquetas en sus manos. Haciendo de sus ojos
verdes muertos en pardo un juego de brillantes de 14 quilates echando luces que
alumbraban su espectáculo burlesque en plena formación de cada lunes por la
mañana. Sus dedos parecían dos varitas que convertían el golpe en música al
instante. Yo miraba idiotizado lo hermoso que se ponía cuando fruncía el ceño
mientras la concentración lo poseía entero.
Algunas personas
creen que el saxo es el instrumento más romántico, sin embargo para mí era otro,
uno menos armonioso, menos lirico, más estrepito. El tambor se había convertido
en mi juguete favorito remplazando al piano, desde que entré a formar parte de
la banda escolar. Empecé por lo básico, solamente sabía que aquel cuero de
animal se golpeaba a sangre fría con dos palitos. No sabía ni podía hacer el
redoble, ni el ritmo de marcha, nada. Para mí era pasar talleres de manera fácil
y huevera. Pero pronto las clases de música tendrían un nuevo sentido...
Entonces se
rompió el cielo, y cayó este arcángel de piel trigueña, como si fuera musa que
no tocaba el arpa pero hace del tambor la melodía oficial del Edén prometido.
Mi mozo corazón por primera vez en su vida sintió el recorrido de una sustancia
más dulce que la sangre con glucosa recorrer su estructura. El primer latido
que mi cuerpo desató fue para el. Nunca antes había sentido estas ganas de ver
a alguien como quería verlo a él. Pero de ángel solo la cara porque por el
contrario, el era presumido, egocéntrico y malvado, sus ojos acaramelados, eran
una dieta diabética para todos aquellos como yo que debían resistir comérselos.
A veces tuve la sensación que era medusa, si lo miraba a los ojos me convertía
en piedra, literal.
Yo por él nunca
sentí algún deseo impúdico ni lascivo. Todo lo contrario, para mí era como una
melodía de piano que se aparecía en mis partituras. Mientras avanzaba el año,
más miedo me provocaba tenerlo cerca. Pues era muy impaciente y malhumorado. Yo
tenía que aprender el ritmo del tambor en breves instantes, no tenía más tiempo,
el desfile era en un mes y si no me lo aprendía, repetiría el curso.
Y el no mostraba
ni el más minúsculo apego y disposición a instruirme, muy a pesar a que el
maestro de música prácticamente se lo imponía. El solo nos decía (a mí y al
otro aprendiz); practiquen el redoble en todas las superficies posibles, no
necesitan el tambor para aprender eso. Y luego se iba.
¿Me había
enamorado? eso creí. Comencé a segregar mucho cariño sin fundamentos hacia el.
¿Por que? No lo se, lo único que tenia claro a ciencia cierta es que cada vez
que me lo cruzaba por casualidad o adrede, el mundo declaraba la paz en todas
sus naciones y yo subía a las nubes solo para verlo caminar. ¿En que momento
bastaría mirarlo para empezar a tener algo con el? Yo seguia alimentando esa
ilusión con cantidades industriales de falsas esperanzas.
Yo practicaba al
pie de la letra. Pues ya estábamos a mitad de año y conocí más y más a este
chico, era malhumorado fácil de irritar sin embargo me encantaba.
Lo gracioso del
hecho de que el me gustara es que nunca se lo conté a nadie, pues en esos años
yo no tenía muchos (cantidad cero) amigos en el colegio, siempre fui la oveja
negra ( o rosada) de mi salón ( por no decir de todo el grado).
En mi clase había
esta chica gordita que también le gustaba la misma persona que a mí, y solo me
dijo una cosa que quizás no debí de hacer nunca: “consíguete su teléfono".
Obviamente ella no sabía que a mí me gustaba, nadie nunca supo nada de mí a
ciencia a cierta. Pero él a la gordita si la trataba bien, entonces yo también quería
al menos ese tipo de trato pero era como si el supiera que a mí me gustaba él y
por eso me rechazaba… pero entonces porque nunca me acuso de nada… bueno esa es
una teoría que jamás sabré si fue cierta o no.
Pensé que la única
manera de acercarme a él era mediante la gordita, y decidí ayudarla a conseguir
el número de su casa (nadie en ese tiempo tenia celular) de esa manera no solo
la ayudaba a ella, yo también me ayudaba. O eso pensé...
Cada fin de
semana se juntaba toda la banda a ensayar, ensayos a los cuales yo no asistía,
porque la pereza hacia un manifestó coloso y titánico que no me permitía
levantarme temprano los sábados. Eran por grupos, los sábados de 9 am a
10am la gente de instrumentos de viento, trompetas, clarinetes, saxos,
trombones, tubas y derivados. De 10am a 11 am liras, panderetas, bombos y napoleones,
y finalmente los tambores, o sea nosotros. El, yo y el otro aprendiz.
Escuche que él
iba desde las 9am porque se tomaba muy en serio el tamborcillo. Y practicaba
solo. No le gustaba ser interrumpido. Era maniático, y tenía sentido todo
cuando escuche que tenía una banda de rock y el tocaba nada más y nada menos
que la batería, inclusive compro un par de baquetas doradas. Cuando llegaba el
turno de los tambores llegaba el otro aprendiz y el le dedicaba escasos 3
minutos luego seguía su ensayo en solitario.
La comunidad del
tamborcillo, así se bautizó el mismo al grupo que ensayaba los sábados el otro practicante
empezó a ganarse el respeto de él y cuando yo llegaba los encontraba
conversando amenamente y dentro de mi seguía pensado ¿Por qué conmigo no quiere
hablar? ¿Sabrá que le gusto? dios mío... ¿Se habrá dado cuenta? ¿Sera que
no debo seguirlo todos los días hasta el paradero a la hora de la salida? prácticamente
era su sombra, a cualquiera le molesta eso y más si un chico sigue a otro.
Finalmente gracias al profesor de
la banda que tenía todos los datos del alumnado, conseguí su número. Se lo di a
mi amiga pues ella lo quería pero obviamente yo me también me lo quede. Y no sé
de dónde me crecieron las pelotas para llamarlo.
No debí hacerlo
pues hizo que mis 12 años de vida se rompieran en mil pedazos de
vergüenza. Cuando contesto el teléfono le dije quién era y que me sentía
presionado por aprender a tocar el tambor. Su voz se notaba incomoda y muy
molesto, como alguien se atrevía a llamarlo para algo del colegio, mi voz
se entrecortaba y él solo gritaba "No te escucho, HABLA MAS
FUERTE!"
Todo se puso en
blanco y negro sobre todo mi mente, es ahí que me di cuenta que había llegado
tan lejos como para quedarme callado. Y le dije intimidado y hundido en mí con
la voz más quebrada que un llanto de sepelio. “Me enseñas a tocar como tú” le
dije porque no se me ocurrió otra explicación a
porque había llamado a su propia casa! y lo peor como explicar de dónde conseguí
su teléfono...
Él se quedó mudo,
un silencio que sentí incrédulo y peor escéptico, luego
de un largo rato no colgó, seguía mudo hasta que creo haber
escuchado que masticaba cereales, luego dijo” ok, mañana lunes, te enseñare”.
El lunes llego y
yo llegue a la formación matutina tarde y más rojo que una botella de kétchup.
Dios que he hecho, debo ser la persona más estúpida del planeta. Baje con el
tambor y me puse a dos personas detrás de él. El tocaba y tocaba y yo miraba y
miraba. El rojo de mi cara no se aminoraba ni depreciaba.
Cuando acabo el
himno nacional se acercó y me dijo “la próxima vez que quieras que te enseñe
algo, levántate más temprano los sábados y no me estés llamando por las huevas”
(en verdad dijo una cosa más fuerte).
Y asi fue, su
mal carácter incremento conmigo, murmuraba son sus amigos sobre mí, yo entre en
pánico por ser descubierto, mi amiga que también tenía su número se burlaba de mí
y me decía a escondidas "te gusta te gusta teee guuusta". Yo quede
censurado a verlo a la cara por el resto del año. Nunca más le volví a
dirigir la palabra, falte a los ensayos, formación escolar, eventos, evite a
toda costa cruzármelo pues no quería que hablara mal de mí y se descubriera que
me gustaba.
Desde ese día
supe que odiarle era una solución lejos de mis posibilidades. Ignorarlo casi
inasequible. Dejarla de quererlo… simplemente era ficticio. Tenía 12 años y aun
así sentí que nací para quererlo.
Ese fue mi
primer No. La primera decepción amorosa. Una primera vez que no olvidare.
Porque fue dolorosa, no solo porque no se me permitía expresar mis sentimientos
tan libremente sino porque esa persona fue cruel conmigo. Y eso que solo le pedí
que me enseñara lo que él sabe, ni siquiera declare que me gustaba. O sea si
hubiera hecho eso, quizás, me habría golpeado o algo peor.
El y su rechazo
perforaron mi pecho y me atropellaron como un bus escolar. Y quede en el
pavimento de la desilusión.
Con el tiempo se
fue esfumando. Y lo peor de todo en ese tiempo yo no tenía a quien acudir a
contarle lo que me pasaba, nadie lo entendería. No tenía amigos de verdad y sentía
que el mundo estaba en mi contra. Me hacía feliz en esos días solo pensar en lo
bonito que hubiera sido que él me dijera SI. Pero los ecos de ese NO, me
atacarían por las noches en una pesadilla en la que sus baquetas se
transformaban en cuchillos de Freddy Krueger.
Evidentemente el
tiempo hace su trabajo con buenas indemnizaciones. Pero aun así mi sangre entra
en coma y siento que le da un paro circulatorio frio cuando ve que se avecina
la soledad posándose y negándose emigrar a otra coordenada.
Las
ilusiones son esas cositas brillantes que nacen en tus ojos cuando ves a esa
persona que te gusta y son esas mismas lucecitas lo que te crean escenarios
fabulosos que no son ni serán realidad, por eso son más peligrosas, tanto como
un expresso a toda velocidad y mi corazón atado a las rieles.
En
el 2001 comenzó este paseo por las ilusiones que pensé era enamoramiento. Y con
ese primer NO nació una maldición que ha seguido conmigo hasta ahora.
Ilusionarse de lo imposible ha sido mi estilo de vida, aún hay más estaciones
donde este tren hará una parada y cada una siempre dejando una lección que
hasta hoy me cuesta aprender. Pero también aprendí que si hay algo peor
que un NO, es no poder compartirlo con nadie.