"Espejito
espejito quien es el que está en el otro lado de tus vidrios, no lo reconozco. ¿Soy
yo?" ... Me rindo. Y no por cobarde o carente de
entusiasmo, sencillamente me aburrí de
ser fabricante de babas, arrastrarme y ser salado, como un caracol mendigo.
Me he dado
cuenta que el resto de mi existencia tiene bastante glitter resplandeciente, y
no puedo dejar que mi pasado me enganche a un pensamiento totalmente
dependiente. Debo sujetar esos grilletes de las piernas, y ponerles camisón
de fuerza a mis brazos, antes solían ser aun más cariñosos y
se repartían como plegarias al cielo que nunca escucha nuestros
lamentos escasos. Por ende se acumulan en algún muro o
alguna figurilla santa de alguna parroquia, donde el agua
bendita me quema.
Todas las
oportunidades que se me presentan son perfectas. Pero me hice el disimulado
pretendiendo estafar a mi destino que siempre me mueve a su antojo por los
cuadraditos blancos y negros de la vida infinita. Me siento como un caballo al
cual le patean para avanzar, incapaz de crear movimiento ligero y
saludable.
Aprendí con látigos,
ligas y resorteras que llorar es el verbo más inútil y doloroso; y si no tengo más
alternativa lo mejor es hacerlo a solas. He repasado el video de mis errores y la
protagonista del film es la misma piedra, pero tranquilos que ya la despedí y
la deje en la calle. Ahora estoy en mi etapa de Asgard, frio no solo de sentimientos si no también de sangre.
Mi segundo
trabajo es analizarme, y el primero a tiempo completo es tomar la vida como
viene y no idealizarla. No imaginar que puedo viajar al extremo del mundo sin
pasajes de regreso. Lo cierto es que cada vez mas mi insensatez me traiciona.
Como hemos
cambiando, como he cambiado. No me reconozco, ayer mismo delante de mí estuve
hablando y no me reconocía. No había dudas en mis palabras ni titubeos en mis
gestos, oí seguridad en mi voz y fuerza en la entonación.
Ahora
arriesgo todas mis monedas, ya no me guardo nada. Me he vuelto un poco más
descarado en mi carácter porque no pienso que ningún camión con cara
de falso amigo me atropelle o pase sobre mí impune. No le rindo tributo a ningún
mortal. Y tengo fe solo a mi padre muerto que de alguna manera lo considero mi único
vinculo con esa "fuerza" que nos trajo al lugar donde nos encontramos
ahora.
Las rosas
ahora huelen frescas en mis campos. El sol sale de día y de noche. De vez en
cuando sin ninguna lógica de por medio, siento temor, miedo a que todo mi
cambio se vaya por el desagüe de una tina sin tapón. Se me eriza la piel y los poros
solo de pensar que toda es suerte, y pues la suerte muchas veces te abandona. Temo
creer que recaeré en mi debilidad.
Que el tiempo
se detenga cuando tenga que estar en lo más alto, porque de ahí veo todo de ahí
gano a cualquiera. Que no me de vértigo mirar hacia abajo porque una caída
es buena cuando te mareas por las nubecitas divas que pueden nublar tu cabeza.
Llevo dos paracaídas en caso de auto-elogio intensivo automático. Si
sufro de una fiebre egocéntrica, tengo las agujas perfectas en mis bolsillos y
la realidad.
El amor ya
paso a un pequeño apéndice de mi corazón, no lo necesito para funcionar. Ahora
ya no. Antes mis venas habían despilfarrado sangre indiscriminadamente por
cualquier persona que en su 99.9% no valía la pena. He dado todos mis huesos
por intentarlo y siempre salían mermas y polvos que lo único que hacían eran
provocar alergias a las personas que me he cerraban sus puertas en mis narices.
Lo único que
me queda es construir torres altas y doradas que me protejan de mi vejez y me
alimenten con pan de oro y vino tinto. Lamento que lamenten leer mis lamentos,
pero toda esta flema de furia tenía que expectorarla de mi garganta. Me siento
pluma en la espalda y arena de mar, indetectable. Si alguna vez pierden
el camino, no dejen migajas de pan para regresar sigan mirando hacia a donde
apunta la nariz.
#G
Anoche, Gercar lo dijo
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