Ya eran las 6 de la tarde otra
vez, y tuve muchas ganas de ir caminando a mí casa e ignorar el bus. Mi cara se
ponía roja solo de pasar por ese lugar, ahora escalofriante. El chico del bus cada vez se vuelve más real,
tiene gruesa la voz y poca paciencia.
Después del almuerzo de hoy se me quito incluso el hambre de conocerlo. Colgó después de repetir
insistentemente “Alo, quién es?! Quién es?! QUIEN ES?!” creo que estaba ocupado
y le habíamos robado unos segundos de su tiempo y de su carácter.
Camine varias cuadras hasta el
edificio donde trabaja una amiga que antes solía trabajar conmigo, para
contarle la historia del chico de la mirada misteriosa que a la vez es el chico
del bus. La espere en el lobby del primer
piso mientras revisaba mis mensajes y
redes.
A veces, la vida imita al arte, o como se diga. Si en las películas de
terror, ese momento en que el asesino sorprende a la víctima cuando menos se lo espera, se inspirara en sucesos reales algo así sería la historia de mi vida. De terror o algo muy similar a esa sensación cuando leí su mensaje…
“H: Hola, soy H.”
Mire a todos lados, como si me
estuvieran acechando o haciéndome una broma. Buscando su cara pero no había. De
espaldas también podría reconocerlo, pero nada. No estaba.
Al principio no entendí como es
que esto estaba sucediendo. El número en el boleto del bus, fue algo que él me
entrego, pero no recuerdo haberle dado el mío. Tuvo que ser Mía, fue ella. Lo
que pudo haber pasado es que H le devolvió la llamada después, como ella le marco
desde su celular… Seguramente está retrasada le dio mi número. Qué vergüenza.
Ya no sé de qué color poner mi cara, el rojo ya se me gasto.
Mire el ascensor y mi amiga no
bajaba, empecé a conversar con H, y suena tan surreal decirlo. Antes solo eran
miradas, miradas que hablaban con más intensidad y significado que una conversación.
Ahora es turno de las palabras. ¿De qué podría conversar con él? No sé cómo
empezar. Debería preguntarle cómo le fue en el trabajo?
Pero mis preguntas y
preocupaciones se esfumaron tan apronto como llegaron, no era necesario pensar
mucho. H tenía sentido del humor y era mágico, literal, lo era. No sé cómo, quizás
tiene un sombrero y en lugar de sacar
conejos, él podía sacar temas de conversación
o trucos para atrapar mi atención. Es un
experto.
Mis dedos escriban lo equivalente
a todo lo que escriben mis amigos en los grupos de conversación. Pasaron más de treinta minutos, y mi amiga no
bajaba. Le marque al celular y cuando me respondió se asombró que aun siguiera ahí,
hace veinte minutos me había escrito que tenía mucho trabajo y no le era
posible salir. Pero la conversación de H me saco del sistema
solar y me llevo a otro espacio, me desconectó del resto.
Salí del edificio y comencé a
caminar hasta el paradero más próximo. Empezaba a hacer frió nuevamente y como
si la naturaleza quisiera verme en aprietos, empezó a llover. Corrí hasta el paradero que no estaba tan lejos, antes de que
el bus me dejara, por suerte me senté en el ultimo asiento libre.
Un detalle que no me había percatado
era su foto al costado de su nombre, no había. Y la razón era que no había guardado su
número. Entre a la opción y comencé a escribir su nombre H _ _ _ _ _ , cuando
pulsé “guardar” en segundos como el sol que sale en la mañana se asomó su foto…
Era una selfie en el espejo de la
cintura para arriba. Mis ojos se quedaron quietos un buen rato, gratamente idiotizado. Tiene seis cuadrados
que adornan su zona abdominal y dos líneas oblicuas formando una V, que se
deslizaban hasta donde mi imaginación quiere entrar y perderme sin cartas de
despedidas ni fechas de regreso.
Su pecho tenía tres tatuajes, unas
notas musicales que se deslizaban en un pentágrama que hacia música en mis ojos,
y más abajo dos estrellas. Y no solo eso, estaba adornado de pecas que terminaron
por enamorarme, se salpicaban desde sus hombros hasta los brazos. Tuve usar el libro que siempre llevo conmigo, y colocarlo entre mi
entrepierna para que no se notara las consecuencias que mi pantalón padece ante
las transformaciones que hace mi cuerpo y la sangre.
En ningún momento me escribió alguna
insinuación, bueno, ni falta que hace con esa foto. No tardaría en hacerlo,
estoy seguro. Lo que él, busca es sin duda lo mismo que mis pantalones están
dibujando en estos momentos. Lo deseo y
mi desea. Ya está comprobado (el numero en el boleto del bus). En algún momento
ha de suceder. Pero debería ponerme en jaque rápidamente o hacer este juego
prologando hasta los tiempos extras y penales… Aunque, puede ser que me meta auto gol si lo hago
esperar… lo que si tengo claro es que dejare que H tome el primer paso.
Ya eran casi las 7:25, el tráfico está más que insoportable. Trate de leer un poco, ya no quise pender de
mi celular, la última palabra la escribí yo y H no respondía, quizás estaba
ocupado, y con carácter, como cuando Mía lo llamo.
Cerré la ventana de un solo golpe
por el frió insoportable, tan insoportable como mi mal humor, detesto cuando
ven mis mensajes y no responde. Faltaban dos paraderos para llegar al que se
encuentra cerca de mi oficina, no pensé que me había alejado tanto para buscar
a mi amiga. Debe ser que el bus avanza
como tortuga.
El bus se quedó un buen rato en
uno de los paraderos esperando que más gente subiese, luego de unos minutos
cerro las puertas ya estaba repleto de pasajeros. Nadie más podía entrar ni colgado e la
puerta. Empezaron a golpear fuerte las puertas para que se abrieran pero ya no
se podía.
“No pueden esperar el siguiente
bus” pensé, evidentemente seguía un poco ardido de que me dejen en visto. Más
callado que la H, literal. Intente abrir la ventana porque con tanta gente
dentro empezaba a sentirse el ambiente cargado, pero la cerré tan fuerte que se
atoro y no pude abrirla, comencé a forcejearla pero nada, y cuando vi a través del vidrio, reconocí sus lentes y su cabello, a pesar de que estaba mojado por la
lluvia. ¡¿Era él?!
Dentro de mí quería salir el
grito “déjenlo subir” pero era imposible. Si! Si era él, era H! de repente alzo la mirada y me vio, nos vimos, me quede helado, se sorprendió al igual que yo, y luego sonrió, sonreímos como dos niños haciendo travesuras. Sus labios comenzaron a moverse pero no se
escuchaba nada, la ventana no se podía abrir aunque la golpeaba.
H me señalo su celular haciendo un gesto indicando que su batería había muerto (Ahora
entiendo porque no respondía mi mensaje, y yo enojándome). Quise bajarme (como
Rose del bote salvavidas en Titanic, algo así).
Gracias a un amigo que sabe leer
labios aprendí unos truquitos, H empezaba a decirme algo con los labios sin
emitir sonido alguno. Al
cabo de unos segundos no fue necesario descifrar sus labios porque comenzó a gritar
(si a gritar!)
“Hey, hey!” decía esperando que
paren el bus por él, (esta loco, pensé) El bus ya estaba distanciado
de él, y sin importarle el lugar, ni el momento, ni el cómo, y ademas, al ver que ya no podía subir al bus, dijo lo que dentro
de mí esperaba leer en sus mensajes, pero fue mejor escucharlo de su boca...
“Nos vemos mañana?!”
Esta loco, pero es esa dosis de locura que necesito en estos momentos. Yo moría por responderle, pero
imposible por el celular y la ventana no abría. Sin embargo, el destino sabe hacer su
trabajo muy bien y con la ayuda de la naturaleza crean los momentos
indicados y son esos que están destinados a pasar…
El frío me ayudo a arrojar mi
aliento congelado hacia el vidrio de la ventana hasta que esta se opacó. Y dibujé,
solo bastaron dos movimientos de mi dedo índice para responderle;
“Si”
Continuara...
Gercar lo dijo