Llega un momento en la película de terror, en el cual, el
protagonista se queda sin salidas ni escapatoria, como en un callejón sin
salida, con el asesino frente a frente. Entonces tan solo le quedan dos
alternativas, resignarse o enfrentar lo que tiene frente a sus ojos.
“No es necesario que me lleves” le dije, mientras veíamos
por el espejo retrovisor como nos
alejábamos de la casa de su novia. H
estaba inexpresivo, con la mirada al volante. Subió los vidrios y encendió el
aire acondicionado. No dijo ni una sola palabra durante los minutos que tomaba
salir hacia la carretera.
Esta era mi escena, en la que no tengo salida y debo
enfrentar lo que está frente a mí, en este caso, lo que está a mi costado,
manejando.
El silencio en el cual se encontraba inmerso H, era lo
mejor. Yo tenía pensado en permanecer igual de callado, pero dentro de mí tuve esa sensación visceral, como con ganas de vomitar todo lo que tenía en mi cabeza. Sin embargo me contuve y permanecí callado, consciente de que un silencio así de prolongado es muy incómodo.
“No tienes derecho a reclamar nada, él y tú no tienen nada” con ese idea resignada, recosté mi cabeza contra el vidrio tratando de mirar algo fuera del auto que me distraiga, pero la noche ya había caído, solo veía lo que los faros del auto tenían al frente.
“No tienes derecho a reclamar nada, él y tú no tienen nada” con ese idea resignada, recosté mi cabeza contra el vidrio tratando de mirar algo fuera del auto que me distraiga, pero la noche ya había caído, solo veía lo que los faros del auto tenían al frente.
“Antes que digas algo, no tenía idea que tú eres el
fotógrafo” H empezaba a dialogar.
Hice como si no
hubiera escuchado y seguí con la vista pegada al vidrio tratando de contener la
avalancha de reclamos.
“Quien diría, resultaste todo un artista, manejando ese tipo
de situaciones” decía.
Al escucharlo tratando de insistir en empezar una conversación, mi lado
infantil salpicó, mediante mi lengua, algunas respuestas “¿Te refieres a “esta
situación” o la sesión de fotos?” le respondí.
H se encogió de hombros y sonrió, movía su cabeza de un lado
a otro, como dándose cuenta que esta tratando con un niño de 8 años en
medio de un berrinche. Y antes de que pudiera preguntarme algo más o iniciaría otro
comentario, me incliné hacia delante y subí
el volumen al radio, una Some velvet morning sonaba en ese momento.
“No entiendo que te pasa, estas con esa actitud desde que
Romina nos presentó, parece que no me conocieras” H insistía en conversar.
“No te parece que hubiera sido mejor que hoy fuera la primera
vez que nos saludamos” le respondí en tonos sarcásticos, ante la insistencia.
“Bueno eso ya ocurrió en el bus hace semanas” dijo él con un descaro agudo.
Puse los ojos en blanco, lleve mi cara y mi mirada hacia el vidrio
nuevamente tratando de recostarme, esperando que acelere para
llegar rápido a mi casa. Pero H estiro el brazo y bajo el volumen.
“No entiendo, porque parece que estuvieras enojado” - insistente tipo.
“No eres soltero, No eres como yo, no completamente. No
tienes novio, tienes novia. Y No me interesa (mentira) saberlo. Y no, no estoy
enojado” Finalmente le respondí hastiado de su insistencia.
“Son demasiados No en una oración” H dijo eso tratando de
ser gracioso pero al ver que no respondí, hizo honor a su nombre y se quedó
mudo. Un silencio que duro varios minutos, lo suficientes para disminuir esa intensidad
en su mirada. Y yo volví a la posición indiferente que adopté desde que me subí
a su auto.
“Falta como una hora antes de llegar a la ciudad, ¿Quieres
comer algo en el camino?”
Mi rostro se transformaba, como si una bestia o algún
demonio que se le escapado a alguna tabla de ouija, se hubiera apoderado de mí.
El cinismo es todo un arte, y H está demostrando que tiene talento para ello. No
le respondí y se sintió como un “visto” de whatsapp.
En lugar de discutir con él por algo que no puedo discutir
con él, decidí tratarlo como lo que es, el novio de la chica que me contrató
para tomar fotos. Responderle lo necesario y no iniciar conversaciones. Guardar
mis comentarios y posibles reproches. No tenía caso. Él no me pertenece como
para reclamar por él. Me gustó mucho lo que sucedió, y todos sus mensajes
diarios en ese entonces. Pero ahora que estoy en su auto, lo veo sin mascara y
resulta que el hombre bajo ella, es igual a todos los idiotas que ya he
conocido.
Entonces ¿Para qué molestarme? como dice mi amiga “Hasta para
odiar se necesita lo mismo que para amar”. La indiferencia funciona mejor en
estos casos, y tomando consciencia la culpa la tengo yo por fantasear más de la
cuenta. (Cuando aprenderás)
El camino a casa estaba por terminar, la hora de viaje pasó
rápido. Cuando me di cuenta estábamos en la ciudad.
“Si no te molesta, pasaremos por mi casa un segundo” dijo
él.
Si me molesta, porque mientras más tiempo pase en el asiento
copiloto, es probable que mi autocontrol pierda efecto. Él no tiene la más
mínima intención de dar explicaciones de nada, y quiero evitar pedírselas,
porque si lo hace, al escucharlo, se desatara el nudo en mi garganta saliendo
todas esas cosas que quiero decirle. Unas cuantas verdades no le caerían mal.
Pero sigo analizando a H en mi silencio. Es un chico impermeable, todo le
resbala, es más fresco que el helado de menta.
Me pregunto si H está interpretando mi silencio de alguna
forma. Quizás cree que ya me resigne a que las cosas sucedieron así y nada más.
Lo más probable es que ha dado por hecho que ya lo acepte y ni modo, “Ya se le pasara”
pensará.
No tengo idea como los ojos de H están interpretando mi
lenguaje corporal, mi indiferencia. Esos
ojos que son mi punto débil, por eso estoy evitándolos desde que salimos de la
casa de campo de su novia; tratando de mirar al vidrio, al vacío.
Al cabo de unos minutos, estacionamos en la cochera de su
edificio. Y bajamos del auto, y me disponía a encender un cigarro.
“Te lo puedes fumar arriba, vamos quizás me demore un poco más
que un segundo” dijo H mientras se metió al ascensor esperando que yo me suba.
Se lo que deben estar pensando “Ahí va otra vez”, el viejo
cuento. La verdad es que dudo mucho, que intente algo conmigo, no lo creo tan
hijo de puta. Obviamente no quise subir, pero la verdad es que desde la mitad
del camino en su auto que quería ir al baño, en mi afán por ignorarlo me acabe
una botella de agua de un litro, que por los nervios tomaba sorbo tras sorbo sin
siquiera tener sed, solo por la ansiedad que me produjo la situación.
Entramos al departamento y fui al baño, mientras él fue
directo a su habitación.
Al cabo de un minuto salí y espere en la sala, solo para
darme cuenta que el “segundo” que iba a tomar H en hacer o buscar lo que tenía
que buscar, se estaban convirtiendo en minutos y en unos muy largos.
Luego de 15 minutos empecé a perder la paciencia, y lo llame
en voz alta para que se diera prisa, pero no me respondía. Pasaron 25 minutos, no debí, pero aun así no aguanté
la curiosidad y paso a paso me acerque a la puerta de su habitación y gire la
perilla hasta que se abrió.
Las sabanas estaban en el suelo y él encima de la cama envuelto
solo en sus calzoncillos blancos fumando, lo que sería su 4to cigarro, según lo
que podía distinguir en el cenicero.
“Si llegaba al minuto 30 y no entrabas, te aseguro que me vestía
y salía para llevarte a tu casa” dijo H con el descaro que imperó todo el camino hasta su casa.
“No dejas de sorprenderme” fue mi respuesta, en tono resignado.
“Pensé que no entrarías”, se levantó de la cama y se acercó.
La tela de su ropa interior ya estaba estirada y tensa…
“Hijo de put…” no termine de decirle algo más porque,
evidentemente, caí en su trampa, una excelente ratonera que no llevaba queso, tan
solo usó un beso.
La indiferencia ayuda, pero no dura.
La indiferencia ayuda, pero no dura.
Continuara…
#Gercarlodijo
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