Estos no son los cuentos de la Cripta así que no es necesario temerle a
la oscuridad para sentir el miedo, un mensaje sin responder de esa persona
puede ser lo más escalofriante. Prepárense para el thriller mas intenso. Esta
una historia real, le sucedió al amigo de un amigo #perraporfavor.
Todo comenzó en la noche de brujas del año pasado. Exactamente en la
tarde del 31 cuando tome la decisión de no disfrazarme e ir a Barranco por una
noche más con los amigos. Iba a ser cualquier noche. Para nada un #hallowin
Absolutamente nada me parecía familiar aquella noche. Entramos a un bar
donde la temática zombi era el centro de la fiesta. Pero a mi esas cosas me provocaban
un bostezo tamaño del cielo. Mi amigo trajo unas amigas y ellas otras amigas, las
cuales hacían juego con la noche, puras calabazas. Una de ellas tuvo la magnífica
idea de ir a una fiesta privada en un pent-house. Y sin resistirme casi nada,
mas no convencido al 100 por ciento, dije “ok, vamos”.
No olía a peligro por ningún lado, pero cuando el ascensor nos llevó al último
piso de aquel edificio, la puerta se abrió y sentí como una ola de mujeres nos
azoto. Surprise, era una fiesta de Halloween
con disfraces, unos muy sexys. Pero todas eran chicas, chicas guapas, chicas
sexys, chicas atrevidas, chicas que besan otras chicas y les gustaba. (The taste of her cherry chapstick).
Mis tres amigos y yo nos
sentíamos rodeados e ignorados. Bueno la naturaleza humana tiene divertidas
formas de apoderarse de las personas. La chica del bar cerca a la piscina tenia
tatuajes en los brazos, los cuales no disimilaba ni cubría para nada, (She’s my
man). Me senté en la barra y comencé a entender poco a poco (gota a gota) lo
que sucedía.
Mis amigos conocían a varias de las chicas, y se distrajeron conversando
con ellas. Yo no conocía absolutamente a nadie. Vodka verde con aceitunas y
rocas de hielos con etiqueta azul y negra, alguna que otra sonrisa y todo me da
vuelta. Conversaba con algunas amigas de mis amigos, eran todas amables,
guapas, había gatubelas, enfermeras, etc.
No era mi mejor Halloween pero era mejor que quedarse en casa, y cuando uno
se resigna así como cuando se te cuelga la computadora y nunca guardaste tu
trabajo final, así estuve la mayoría de la noche. Observando y escuchando, caminando
y a veces conversando, descubriendo besos clandestinos, dándose su merecido,
traiciones con puñal en la espalda que a pesar de ser una noche tenebrosa jamás
me imagine que sería sangrienta. Rondaba el engaño, las sacadas de vuelta y
otros que jamás se sacaran la máscara.
Dulce o truco, verdad o reto, arriba o abajo, top or bottom. ¿Cuál era
la respuesta correcta para esta noche? Estar en aquel infierno rodeado de
lesbianas satánicas era mucho más bonito que lo que sucedió después cuando fui
al baño y pensando que no había nadie, entre sin tocar y todo estaba oscuro más
oscuro que el ataúd de Drácula. Cerré la puerta y se encendieron las luces
todas apuntándome de culpable. Ahí junto a mí en esos escasos metros cuadrados
del baño, estaba la persona que haría de mi noche una verdadera cacería de
brujas.
Nos miramos porque no entendíamos nada. Me disculpe por entrar y se disculpó
por no salir a tiempo. Y las disculpas eran los únicos diálogos, el silencio se
apodero de toda la habitación, las luces se apagaron de nuevo gracias a sus
dedos, y gracias a sus labios los míos tuvieron algo que besar esa noche. A
veces para romper el hielo se necesita un poco de calor en este caso un poco de
licor. (En caso de calentura romper los vestidos con las manos).
Y ahí frente a frente, trate de moldear la situación con mi lengua. Su disfraz
era el más fácil de quitar, así que nos dirigimos a las escaleras cuesta abajo,
a las habitaciones. Todas ocupadas solo una puerta libre, la de otro baño, y
ahí dentro nos bañamos de besos vampíricos, haciendo realidad nuestras mejores
pesadillas.
Ya no sabía dónde poner mis hormonas cuando abría los ojos y veía los suyos
repletos de una lujuria sin precedentes. Aun no le quitaba ese disfraz de la
era de piedra que tenía puesto pero al menos a mí me ultrajó con la mirada, tan
solo una mirada letal, sexual, llena de morbo que no conocía la palabra STOP.
De repente una extraña melodía comenzó a sonar, era el sonido que hace
en la puerta un puño preguntándonos ¿Quién está ahí? (Oh Lord) avergonzados nos
repusimos más rápido que veloz y esperamos a que se fuera aquella molesta mano
que tocaba la puerta del baño. Luego de unos minutos se escuchaba nada, salimos
tranquilamente.
Hicimos un pacto de brujas en ese momento, sin decir nada más, iríamos
donde nuestros amigos, nos despediríamos de ellos sin ninguna explicación e
huiríamos en una escoba mágicamente y velozmente a su casa pues vivía cerca del
pent-house.
Dicen que a los doce los muertos resucitan, pero en este caso eran cerca
de las 4 de la madrugada y este muerto mío se levantó de su tumba de algodón
marca CK e hizo de las suyas. Salió
de una tumba para entrar a otra.
Mientras se despedía de sus amigos, yo ya había lo había hecho. Esperaba
paciente y tranquilo frente a la mesa llena de golosinas, gusanos de goma,
caramelos rellenos y una inmensa y exuberante torta decorada al más fiel estilo
Halloween, llena de telarañas comestibles, en color anaranjado y negro, con
arañitas por aquí, calabazas por alla, y
mi debilidad, trufas de chocolate alrededor.
Mis manos aun ebrias no podían controlar mis antojos y se deslizaron
hasta las trufas y me comí una, quizás fueron dos. Estaban deliciosas, y no
podía parar, cuando iba por la tercera trufa, una chica que me estuvo
observando comer, me miró fijamente, indignada y como quien no le importaba lo
que decía, me dijo “Porsiacaso las trufas están hechas con marihuana”… Happy
Trufas #god
No había letrero de precaución o qué onda. El efecto de las trufas llego
a mi cerebro minutos más tarde cuando estábamos bajando en el ascensor, al cual
no sé cómo llegue ni como salí de ahí, a mi lado estaba Joan (así no se llamaba
pero así le llamaremos) la persona a quien esperaba, y que también comió un par
de trufas, y juntos empezamos a caminar en zigzag y cargándonos de risa de todos los que regresaban
a sus casas disfrazados y chorreándose por las calles. Joan me llevaba a su casa como habíamos quedado. Literal me cogió
como una botana de la fiesta para zacearse y llevo algo para su casa.
Entramos a su casa sigilosamente y fuimos a su garaje donde había un
sofá y una TV. Mis ojos se negaban a ver la realidad. Mis piernas habían
agotado sus baterías, mi boca se enredaba y mi lengua le pertenecía. Yo no tenía
disfraz que quitarme, en su caso sí.
Me beso hasta la ultratumba. Espanto a los espíritus y me hizo una ouija
donde libero a todos mis demonios eróticos. Me desenvolvió de mi ropa como si
fuera la envoltura de un caramelo, vacío mi cerebro de dudas como cuando se
decora una calabaza. Resucito a mí muerto dos veces y aunque yo no tenía disfraz por un momento
pensé que mis aullidos eran de hombre lobo. No era verano pero se sentía como
el mejor helado que se derrite entre las piernas hasta hacerse crema
Hasta que el primer rayo de sol se asomó por la ventana, y como si
fueran las doce de la noche (efecto ceniciento), corrí rápidamente por todas mi
prendas. Me envolví como una momia, y mi celular no dejaba de sonar con la voz
de mis papas dentro. Me despedí con angustia, mi cabeza aun daba vueltas. Antes
de irme, Joan me detuvo del brazo y me robo mi número de celular, me beso una
vez más y me dijo que nos volveríamos a ver. Yo solo quería desaparecer como un
vampiro que no puede ver la luz del día porque me aterraba sabe que ya era de día
y mi celular sonaba y sonaba.
Llegue a casa y el drama me esperaba pero el sueño pudo más que las
explicaciones, dormí hasta el día siguiente.
Durante la siguiente semana, no había día en que no habláramos por
teléfono o nos escribiéramos por el whatsApp, Joan y yo aquella noche habíamos invocado a la
casualidad. Me gustaba y mucho. No nos parecíamos en nada, y a decir verdad no
pensé que se llevaría la medalla de oro a la persona más engreída.
Nos volvimos a ver una semana después. Me moría por vernos de nuevo,
finalmente sucedió. Nos citamos en un café pero la verdad es yo quería pasar a
tomar una tacita de café en otro lugar…
Nos fuimos a un ‘cuatro estrellas’, a ver más de cien. Recordar lo de la
noche de brujas pero sin brujas ni fantasmas del alcohol. Nuevamente se
posesiono de mi como el espirito más libidinoso. Su cabello tenía el efecto de
una hierba venenosa que me atrapaba y me asfixiaba de deseo. Me tajó hasta
sacarme punta. Me convenció de entrar sin permiso e hizo lo que quiso. Fui
feliz.
Después de esa noche solo pensaba de que un loco como yo quiero un
tornillo como tú. Pero como un buen amigo me dijo, lo que pasa en la noche de
brujas se queda con las brujas. Y el amor que crees conocer es el resultado de
la magia de aquella noche, y como toda magia de una noche basta un par de ‘polvos
y desaparece.
Por un ligero instante llegue a pensarte que de verdad podría pasar algo
más que trufas y cuartos de hotel entre ambos. Pero supongo que lo que mi
espejo refleja no es lo mismo que ves tú.
Una vez más quede como un astronauta, solo en el espacio, un espacio
grande porque nadie lo quiere en la Tierra y va en busca de otros mundos. Bueno
nunca tan dramático. Pero fue divertido y bien horny mientras duro. Claro que su despedida fue la peor de todas,
no me propuso tomarnos un café algún día y quedar como amigos. Simplemente desapareció
como lo hacen todos los espectros y muertos después de Halloween.
Algunas de sus caricias marcaron mi piel, y con solo recordarlo me
asusta. Yo quise un final diferente para esta historia de terror, pero al
parecer el final feliz es alérgico a mí.
Y mis mensajes nunca fueron contestados. Pero este es otro año, hay más
noches, más 31’s, mas octubres vendrán. Aún tengo mi licencia de soltero, 007. Así
que aunque el cielo se caiga, algún demonio disfrazado de ángel caerá este
próximo Halloween.
#G