jueves, 22 de septiembre de 2011

HOMBRES QUE LLORAN


“La vez en la que estaba a punto de lanzarme al viento me recuerdo estirando mis alas a sus anchas, pero entonces se acerco alguien y me dijo que los humanos no podíamos volar, lo mire con cara de orto y le dije que ¡si, si podemos! Pero cuando se fue y estuve a punto de aventarme...dudé. Y ese fue el día mas horrible de mi vida.”

No era la primera vez que me encontraba en la misma barra, a la misma hora, la misma gente, la misma música y la misma soledad. Aunque solo no estaba, estaba Solo. Mi amigo y yo solo queríamos hacer uso del boys just want to have fun en mayúsculas, para desatar ciertas jaquecas de oficina. Pero recorde esa escena y cayó nuevamente en mi presente.


¿Por que lloramos? Por pena, por dolor, desesperación, frustración, amor, odio, resignación, incapacidad  o porque nos golpeamos el dedo meñique del pie con la pata de la mesa. En mi caso, hay mas.

Todas mis venas estaban ebrias, quizás mi cuerpo no se movió en toda la noche de esa silla pero mi cabeza viajó por la rutas de la insanable mente que jamás se detiene a pensar en porque piensa tanto.No son maricas, ni débiles, tampoco cobardes o depresivas. Las lágrimas que más sabor a toxina tienen son las de nosotros. Pero siempre se ha mirado con cierto machismo caníbal el ver un macho alfa desahogando lo que le quita sueño. La culpa es de Adán, dicen los inocentes,que convirtió a toda la generación del futuro en bellacos pagando su gran culpa, morder una manzana. Por eso las excusas para disimular ese llanto se toman con pinzas pues se supone que los hombre somos un contenedor de testosterona ambulante.Pero nuestras defensas bajan, porque el “ya no puedo más” hace su terrible manifiesto.

Ese día en la barra, me toque de pelos y sacudí todos los calambres que se acomodaban en mis piernas. Mi encéfalo hacia ruido con cada pensamiento, era una maquina que no dejaba de pensar. Llevaba un mes sin fumar,  a partir de ahí me di cuenta que necesito algún tipo de estupefaciente nuevo  que me quite la ansiedad. Acaso tenía que pasar más tiempo en el cual debo  fingir ser fuerte?

¿A quién le he ganado? A nadie, madurar estaba resultando ser el trabajo sucio  mas difícil que me niego a regaña dientes, pero necesario en mi ardua misión: Cambiar. Difícil, difícil. “Admitir “se convertía en mi verbo favorito mientras dejaba todos los juguetes en el baúl.  Aceptar los errores es un sudor en la frente que cuesta secar.

Hemos estado en metamorfosis continua, como dentro de un capullo tan duro que nada lo podía abrir. Pero como no me sentía listo, entonces me volví hermético. Detuve todo mi motor. Me propuse una charla interna con mi pesada madurez que siempre le permito hacer acto de presencia cuando aun no es demasiado tarde para remediarlo. Y ella me responde… busca en tu baúl… back to basis

Después de tanta búsqueda al fin halle la causa de mis cien mil errores: Yo.
Soy yo el que ni quiere ver lo evidente.  En ese inmenso ancho mar solo nadan mis verdades tratando de ahogarme, pues que la pesca os sea propicia…

Seguía en la misma silla, en el mismo bar, en la misma música, estaba con mi amigo, así que no estaba solo, pero estaba solo. Y mi cabeza seguía en su  vuelo domestico, el aeromozo era mi amigo mientras entre cada pausa un seco y volteado hacia turbulencia en mis sesos.  El avión toma forma de whisky en las rocas y  se iba a pique, pensé en mi familia,  si estrellábamos solo quería decirles que mi testamento seria solo así, mis energías para mi madre así no se cansa jamás, mi alegría a mi padrastro así no se cansa de reír, mis piernas a mi hermano para que camine por primera vez  y mi juguetes a mi hermanito porque el sabrá usarlos para jugar sin trampas. La vida es eso, ser equitativo.

Viraba y viraba el timón anclado en mis raíces capilares navegando en mis pensamientos mas nórdicos…Mientras a los demás los hieren y les hacen daño. Era yo quien me lo hacía a mí. Mis decisiones egoístas, mi falta de cariño hacia mí mismo y hacia a mis más allegados. Todo lo bueno que remotamente tuve lo he perdido. No sé donde esta esa persona que lloraba al ver un indefenso, que  convertía una caída en una mano para ayudar la subida, que acudía a mi madre como mi única confidente, ahora huyo de ella para cuidar su mente clausurada a mis libertades.

Mi mudanza de personalidad  ha sido inverosímil. Ahora que veo el pasado jamás me sorprende saber que me he convertido en todo aquello que detestaba de niño. Ya no creo en la magia ni en los juegos de ronda, canciones de colores o cuentos con sombra. He hecho de la moda una religión y de las vanidades una oración. ¿Dónde estoy? ¿A dónde me fui? ¿Volveré? , se preguntaban mis innumerables YOs dentro de mis arterias y músculos torpes que ahora se detienen en la pluma que escribí sin descanso a golpes.

DOS adjetivos fatales podrían abreviar tanto parloteo, mi torpeza y terqueza.  Suenan bonitas haciendo rima. Pero son las más asquerosas y hediondas que puedo poseer. Son las madres de la lista sin fin de palabras sueltas que describen a mi persona, las agujas inalcanzables que se siguen hundiendo en aquel lomo manso.
Quería volver, quería subirme a esa máquina que rompe el tiempo vuelta a tras, pero donde estaba ese artefacto. Quería y quiero volver a la edad en la que mi única pregunta desde adolescente era ¿Por qué no me había enamorado? Ni siquiera recuerdo un primer beso con certeza.  Pues he besado tantos labios sin sabor a cereza, desde que era un travieso en el jardín escolar y cambiaba el mango por fresa.
Pero con todo y eso, jamás había sentido la necesidad de perseguir, correr tras alguien.  Solía tener  los nervios de hierro, sin duda, y mis lágrimas solo caían al ver partir a alguien. No me importaba caminar sin enlazar las manos a alguien. Cuando me decían “no pierdas las esperanzas”, pienso en encontrar al responsable y matarlo. Guardar esa pequeña esperanza es como tener un pequeño tumor que va creciendo hasta que te mata.
¿Cuándo paso? ¿Qué me cambio? , cuando dejé de soñar despierto, si  era mejor  que vivir corriendo tras algo que no se detiene a esperarme.

Cierto e irrefutable es que el conjuro caducó y todo volvió a hacer como era antes. Las brujas empezaron a salir, los lobos a maullar, los enanos a crecer y los muertos a revivir. Las faenas se volvieron drásticos días parecidos a ayer. Lo que veía en el espejo era todo lo que no quería ser, y a modo de touchscreen empecé a remover todo desperfecto hallado, uno tras otro a la papelera de reciclaje.

Cambio mi apariencia, cambiaron mis vestidos, cambiaron mis caminos y creo que se torcieron. Mi ego empezaba a brotar como una semilla que repentinamente se volvió fértil, pero solo me daba frutos podridos. Mi voz cambio, mis gustos se volvieron sibaritas. Mis ojos brillaban pero solo porque contemplaba boquiabierto con babita de la sociedad sus diamantes.

Ya no extrañaba ver las cimas de esos cerros verdes besando la neblina y ver la lluvia danzar contenta  en los parabrisas de los autos en la autopista. El frio de invierno embolso mi corazón cálido y lo hizo raspadilla, en picadillos helados. Todo lo que odiaba antes, era lo que me definía hoy. 

Hace unas semanas escribí algo sobre vivir y respirar la realidad, la tranquilidad. Pues déjenme decirles que admito que desearía vivir solo una ilusión, la realidad está hecha un loco maloliente y andrajoso que amenaza con sus gérmenes contagiarme su demencia. Disimuladamente todos mis sueños los arrojaba dentro de un saco bajo el desahogue y jale la cadena. Giraba y giraban, como quien espera ser recatados, y ahí estoy. No sé si dejarlos drenar o pescarlos, tratar de estar mejor, intentando re aprender como soñar.

Supongo que  Calderón de la Barca estaba en lo cierto cuando dijo que la vida es sueño. Entonces ¿Ya deje de vivir? Si no sueño, entonces ¿Que estoy haciendo? ¿Estoy muerto? Este lugar no se parece en nada a la muerte, y no es que sepa cómo es pero no me la imaginaba.  A menos que el purgatorio me haya  adoptado para una segunda oportunidad. Puede ser.  La acepto. Porque de una cosa podemos estar seguros. Nada está dicho. Todo cambia, todo ha cambiado.

Nos hacemos daño, nos curamos. Nos caemos y esperamos ser levantados, pero nadie tiene más fuerza que uno mismo para ponernos de pie.  Si sangramos, cocemos la herida, si se abre se acude a un doctor. Todo parece tener una solución.  Yo creo que he muerto, y me gusta. En estos momentos siento que el capullo me ha adaptado nuevamente y me ofrece reformarme para salir de ahí convertido en otro. Estoy frente a ese abismo una vez más. No para suicidarme sino para terminar lo que me impidieron la última vez, aprender a volar sin hierbas malas ni estupefacientes prohibidos. Volar con propia osadía. Y obtener el fallo a mi favor.

Sigo solo, en la misma silla, en el mismo bar, a la misma hora, no estaba solo, estaba con mi amigo, pero estaba sintiéndome solo,  llegando al fondo de este basurero llamado  inconformidad. Los hombres lloramos, pero también  nos enseñaron que solo un gesto basta para demostrar que podemos evitarlo, y no estaba en mis planes practicar la depresión, es hora de usar la salida de emergencia más cercana porque este incendio no puede hacerme ceniza. Puede que la puerta haya estado negra, mas pude ver el bote que me sacaría de esa isla absurda llamada Yo. 

#G
Anoche, Gercar lo dijo


No hay comentarios:

Publicar un comentario

GRACIAS POR COMENTAR