sábado, 30 de octubre de 2010

EL TITIRITERO

Que exquisitos, hacían heridas los hilos en los dedos del titiritero, siempre trabajando aun cuando el telón cayó. Jugando al ajedrez de la vida con los individuos dóciles, abusando del libre albedrío, haciendo de sus mentiras mucho suspenso.

Pobre joven rico, ese era Lucas solucionando sus caprichos con chispas de berrinche. Con la inmortal costumbre,sus zapatos dejaban evidencia de sus pasos enlodados, y las nodrizas gateaban en su afan de borrar evidencias consintiendo al no tan niño. Cuando nadie lo veía ahorcaba a los peces que daban vida al pasillo, sus puños húmedos chorreaban gotas saladas a lo largo del espacio. Sus mocos terminaban en sus dedos y morían en su boca. Pelos hechos serpentinas, ojos color del cielo despejado, piel poblada por lunares, y pecas invadiendo sus mejillas. Sus botones, todos cerrados, un joven de garbo resaltado. Prepy pero con perversa intencion, haciendose pasar por la presa.

Todos los martes la sala de estar era el club de la película, el pop corn se desbordaba en aroma por toda la mansión, y las ventanas blindadas por cortinas encueradas. Simón jamás hubiera sido testigo de tal tarde, pero necesariamente lo fue.

- Edica, paso a saludarme en la mañana, con las galletas. Me dejo un beso y se fue prometiéndome estar a tiempo para el club del cine.

- ¡De la película!- corrigió Lucas- Tal vez nunca termino de vender las galletas, o quizás se entretuvo como siempre donde Doña Inés.

- ¿Quién es?

- Doña Inés.

- Pero quien es

- La tía de Bernardo

Dos, tres palomitas de maíz morían en la boca mientras respondía atentamente, con la pantalla en azul, y la puerta entre abierta aguardando la llegada de Edíca.

- Bernardo y Edíca, son buenos amigos desde que aprendieron a caminar- término de hablar Lucas.

Un fuerte azotó de la puerta, permitió que la canchita se quedara un buen rato en la garganta de Simón, sus ojos rojos de la toz indomable, provocaban palmadas en su espalda. Alguien entró

Edíca era una muchacha tan dulce como su voz, sus cabellos lacios, caían como cascadas capilares sobre su blusa bordada. Entró y de un beso calmó el asfixio de Simón. Se sentaron sobre el sillón de tres, y Lucas se recostó en el sofá de dos, patas arriba y dedos como rastrillo halando sus rulos hacia atrás. Edica tenía una inconformidad en el semblante, pero no era tiempo de nada en ese momento, dejo el pendiente para cuando a solas con Simón.

Los besos de ambos sonaban como soundtrack de fondo, Lucas y su inconformismo no se hizo esperar. Con la excusa en el bolsillo salió disparado al baño. Lucas jamás repara en hacer a un lado todo lo que le estorbaba…

- Hoy demoraste transitando- dijo Simón.

- Las galletas más caras las compra…-intento decir Edica.

- Doña Inés - le corto Simón.

Rozo la frente de Simón clavándole ternura a los ojos y dejando caer un beso sobre la punta de su nariz.

- Exacto, que listo eres- dijo la niña dulce.

La luz del día ya no existía, y la del techo tampoco, un absurdo apagón puso en silencio la casa. Y lo nerviosa que es Edíca, sus gritos estaba en la punta de su lengua a punto de salir a jugar. No había nada más escalofriante para ella que la oscuridad. Simón era más avezado, cogió la luz de los fósforos y uno a uno los dejo caer mientras estos se agotaban, y caminó al pasillo.

- Tú me esperas aquí- dijo, mirando a Edíca.

La luz de la luna era suficiente para alumbrar el suelo donde descansa la sombra de la ventana, ahí sentada de cuclillas esperaba a sus amigos.

- BU, no te asustes, tontita, no seas hipócrita, te da miedo la oscuridad y no t asusta besarte con Bernardo a escondidas- la voz de Lucas dejo aun mas helada a Edica, mientras Simón tardaba.

Edíca, cometió la imprudencia más grande de tapar su grito de susto ante la voz sorpresiva de Lucas. Y ese silencio fue el más dulce que saboreo el titiritero. Los ojos de Edica se volvían como el de un gato esperando clavar sus garras en la cara de aquel que lo baña, pero ese silencio suyo fue tan decisivo. ¿Por qué no se defendía desmiento a Lucas? ¿Es que acaso la dulce niña en verdad no es tan dulce?

Las velas se asomaron desde la puerta de la sala en las manos de Simón. Edica corrió hacia su espalda y se tapo como una niña tras las faldas de su madre. Simón inclinó la mecha hacia el cenicero, y la cera se precipito en gotas sobre él, para formar la base, instalo la vela y acaricio los brazos de Edica como para calmarle el frío.

Lucas, dibujaba la sonrisa torcida sobre sus labios. El bolso de Edica estaba en su regazo, y abriéndolo sigilosamente dijo:

- ¿Esto es tuyo?- sacando un pañuelo azul marino con rayas náuticas.

Las luces volvieron, las velas aun aguardaban ser sopladas, las nodrizas murmuraban tras la cocina, y los perros mansos ladraban uno después de otro.

- ¡Es de Bernardo!- gritó Simón- ¿Por qué lo tienes tu?- dirigiéndose a Edíca.

El trabajo de Lucas había terminado. ¿Qué deseaba Lucas? ¿Quedarse a solas con Edica? Señores una personas como él tiene siempre lo que quiere y nunca se arrepiente de nada. ¿Por qué era así? ¿Porque ese juego insistente?, acaso su mente en verdad estaba desquiciada, como decía mi abuela, es un loco astuto que jamás dará señales de su padecimiento, pero actuara en forma tacita siempre. La inteligencia era una de las virtudes de Lucas, pero cuando se usa para maniobrar, no puede ser bueno por ningún ángulo.

Era solo un pañuelo ajeno en bolso ajeno, quizás Edica lo uso para envolver sus galletas, pero la actitud exagerada de Simon, hasta el momento parecía inexplicable. Será que era un Otelo adaptado a la urbanidad.

- Porque lo use para secar mis lagrimas, no es fácil asimilar cuando t cuentan que…

El silencio de edica y el desvió de su mirada, era toda la evidencia para consignar al culpable (pensaba Simón) así que dejo caer el pañuelo y cruzo rápidamente el pórtico, y lejos de seguir el caminito de piedras, pisoteo una tras otras las flores del jardín tomando un atajo así, hacia la calle, pues no tenía que ir tan lejos la casa del frente era el escenario donde se daría lugar a los hechos.

Dos, tres golpes en la puerta de Doña Inés dieron preámbulo a la escena. Simón, siempre maquillaba sus inseguridades, con su iluso oído que escuchaba las excusas de Edica. Pero un pañuelo podría ser el cuerpo de delito en esta situación. ¿En verdad engañaban a Simón?

- Ese pañuelo, te lo regale yo, cuando niños, y cuando grandes tú se lo darías a la persona que mas quisieras – recitó un Simón encorajinado, frente a la puerta que se abrió.

- Es verdad, yo te dije eso. Y se lo regale a Edíca, porque ella es… -intento justificarse Bernardo.

Pero no hubo tiempo para más, y con la fuerza de un auto chocando a otro como a mil kilómetros por hora, impacto Simón sus puños sobre la chaqueta de Bernardo; una tras otra las gotas de sangre coloreaban la pared de mármol, mientras el agresor azotaba a Bernardo contra la misma. Medio vivo, termino de respirar sin saber su último suspiro, cuando las manos de Simón hicieron una vuelta olímpica a su cuello. Doña Inés seguía dormida.

Lucas lo contemplaba todo desde su balcón, el gran todo poderoso, disfrutaba el jaque mate de Simón. La persecución duro lo que un suspiro, a los tres días Simón término vistiendo rayas entre cuatro muros gigantescos. ¿Y Edica? ¿Cómo se sentía ella? ¿Qué era lo que tenía que decir?

Doña Inés, envuelta en un luto inconsolable despedía a Edica desde la ventana del comedor mientras la dulce niña, arrancaba flores para llevárselas a la lapida de Bernardo. La vieja tomo asiento frente a las leñas que se consumían dotando de calor su acogedora casa, su expresión era tan muerta como la de su sobrino, una solitaria lágrima corría sobre su pómulo acompañada del rímel. Introdujo las manos en su bolsillo y dejo a la vista un pedazo de papel mal cortado, pero con letras muy puntuales.

Uno, dos, tres golpes en la puerta, provocaron un sobresalto en su tranquilidad, abrió, y Lucas entró sin invitación, y abrazo a la anciana mujer, que cerraba los ojos dejando caer sobre el joven, su hombro y algo mas…

Palabras de pena y consolación actuaron de la boca de Lucas, termino el acto y se marchó vio la puerta cerrar tras de él y se dirigió casi huyendo de ahí, hacia su casa. No llego a entrar, pues la curiosidad desato en él una rara expresión mientras leía el pedazo de papel que encontró en la casa de Doña Ines, y leyó. El viento paso por su delante, en el pórtico de la mansión, ahí con el gesto más escéptico, arrugó el papel con ambas manos mientras bajaba la cabeza entre sus rodillas ¿Qué pensaba el titiritero? ¿En que había mejores formas de vengarse de Bernardo por dejar al descubierto su amistad con la hierba?

Señores la función había acabado, Lucas dejó caer lo que los ojos no saben retener, el papel y el contenido seguía aun en suspenso, en sus manos sudadas, tras el telón el artista también llora. Solo ahí sentado, con amigos muertos y encerrados, y algunos otros destrozados, no tenía a donde desatar todos los nudos de su garganta. Pobre pobre Lucas no solo había provocado el encierro de Simón, sino también la muerte del hermano de Edíca. 

#G
Anoche, Gercar lo dijo

Fotografía: Gercar PhotograG https://www.facebook.com/gercarphotograg?ref=hl

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